Siempre creí

Siempre creí que los dormidos debían tener una almohada, una sonrisa estúpida y un libro en la mesa de noche. Pero en cambio tienen la boca triangular, la lengua quieta y babas en las mejillas; en vez de cobija llevan un cartón encima, mugre en las uñas y unos ojos que parecen mirarte por entre la piel. Tienen la tranquilidad de los reptiles a punto de atacar, no les leen cuentos antes de dormir y es el asfalto quien los cobija al amanecer. Ilustración: Carmen Navarro.