Erase un pez con cara de nuéz...

Las versiones de Hansel y Grethel de nuestros participantes


           El detrás de letras de Hansel y Gretel
(versión calle)

En las calles del Vergel, un barrio del Distrito de Agua Blanca, dos jóvenes en situación de calle insisten en que ellos fueron los autores de los cuentos clásicos infantiles. Hasta aquí han venido reporteros de todo el país, pero ni siquiera los periodistas más imaginativos esperan encontrarse con las historias que Ferney y Chulito han creado para respaldar su versión. Nuestro reportero consiguió la anécdota de Hansel y Gretel, un cuento sobre el cuento que publicamos en exclusiva para nuestros lectores.   

En una de sus entrevistas ustedes revelan que el Gato con botas  se les ocurrió durante una excursión al campo donde se tropezaron con hongos ¿Por qué no nos cuentan la experiencia de Hansel y Gretel?

Mirá, el rollo que se nos ocurrió al principio no tiene nada que ver con el que todos pillaron. O no, mentiras, en el comienzo tienen su parecido, pero de ahí pa´ delante la cinta es bien diferente, oís.
Resulta que hubo una época de crisis en el Cauca, el invierno encharcó todos los cultivos y entonces pasó un visaje que nos pareció bien paila: los campesinos, sin un peso en el bolsillo, dejaban a sus pelaos  en lo más oscuro del bosque porque no aguantaban verlos pasar hambre y preferían dejárselos a las fieras. Imagináte el desconsuelo. Cómo será que no pegamos el ojo  en una semana, socio, hasta que se nos prendió el bombillo: teníamos  que echar un cuento donde nos sacáramos todo ese visaje emocional de la noticia. Aprovechamos el insomnio para darle vueltas a la vaina y todo empezó con una pregunta breve ¿Qué pasa si esos pelaos son más avispados de lo que los cuchos se imaginan? Se nos ocurrió que cuando los llevaran a envolatarlos, ellos dejarían un rastro de algo en el camino y así regresarían. Pero ahí no terminaba la cosa. Pillá, al otro día los padres tendrían que traerlos a lo más oscuro del bosque y esta vez se cuidarían de que no dejen un rastro en el camino. Los chinos –después de voltear, póngale, unas tres horas- se tropiezan una cabaña donde una vieja bien hablantinosa les da comida y cobijas y mecato.  No gastan mucha saliva –contándose los visajes de los tres- para caer en cuenta de que la cucha también fue abandonada por su hijo en el bosque, que ese fulano era el mismo que envolató a los niños y que la viejita hablantinosa es la abuela de ellos dos.
Y ahí sí -como esos dos chinos son bien avispados- se juntan con la abuelita para darle en la cabeza al cucho ¿Sí pilla?

Evidentemente la historia que se les ocurrió al principio dista mucho de la historia que salió a la luz pública ¿Qué pasó con esa concepción inicial del cuento?

Jum, si le contara. Mirá, nosotros queríamos que los personajes literarios fueran personajes naturales, o sea, que ya existieran en nuestra imaginación y no tuviéramos que gastar en una academia de personajes ¿Sí pilla? A los cuchos sin un peso en el bolsillo no nos costó mucho conseguirlos, pero por más que le dimos vueltas a la memoria no encontramos niños avispados y nos tocó pegar pa´ la academia de personajes. Tampoco teníamos en mente a ninguna anciana hablantinosa –porque todas las que conocemos son unas momias que ni pa´ qué te digo-  pero sí recordábamos una bruja que podía hacer ese papel en el cuento. Los niños que nos mandaron de la academia no eran  para nada avispados ni tampoco populares –porque un niño pobre no tiene pa´ pagarse la carrera de personaje literario- pero podían actuar como si lo fueran (pa´ eso es que los forman). Entonces empezamos a escribir la historia y todo anduvo muy áspero, la trama corrió mela, hasta la parte en que los pelaos se tropiezan con la cabaña de la ancianita. Ahí empezó a joderse todo, pues cómo le parece que la bruja –que aceptó hacer el papel de vieja hablantinosa- era de calle y no pudo, por más que porfió, bancarse a los niños que enviaron de la academia de personajes literarios. Ante las letras ellos se veían muy humildes y hasta tiernos                      -porque hacían muy bien su papel, pero detrás de letras, cuando eran otra vez como siempre, pelaban el cobre, mejor dicho, eran un chicharrón que usté ni se imagina y nos tenían enhuesados. Sabe qué, socio, a mí me consta que la bruja bregó pa´  aguantárselos, pero esos chinos eran muy cansones, a lo bien, y los conflictos del detrás de letras terminaron por afectar la trama hasta que no hubo poder humano que los convenciera de aliarse, aunque fuera ficticiamente, para vengarse del cucho.
Entonces todo se fue a la basura, oís.  Pero ni de riesgo íbamos a permitir que la vaina quedara así. Teníamos que echarle mente a una trama donde los niños y la bruja no se llevaran tan bien. Ahí fue cuando quitamos lo de la viejita hablantinosa, la bruja iba a hacer de bruja y no sólo eso sino que además iba a engolosinar a los niños pa´ comérselos vivos.  Ahí fue cuando el cuento estuvo de perlas porque a la bruja eso de montársela a los pelaos le salió muy natural.

La verdá, socio, nosotros hubiéramos querido que ella se saliera con las suyas, pero ¿usté se imagina el escándalo que se arma? Entonces la historia quedó como todos la conocen, aunque mucho envidioso ande diciendo por ahí que no somos más que farsantes, que estamos dizque rayaos, ¡pff!    
 



Santiago blandón
Comunicación social
Participante DEL CUENTO, SU VERSIÓN.
  




La verdadera historia de Hansel y Gretel

En una pequeña casita en mitad del bosque vivía un mujer que al haber quedado viuda  decidió trabajar  como leñadora, aquel trabajo, decían, no era bueno para ella, aún así le importó poco  porque sabía que necesitaba el dinero si quería darle una buena vida a  Hansel y Gretel, sus dos pequeños hijos.
El tiempo transcurrió y pronto llegó la vejez,  los hijos de la leñadora ahora adultos encontraban en su madre un estorbo,  así que ambos sin decirlo, concluyeron que debían deshacerse de ella. Un día soleado salieron en compañía de la mujer y teniendo como pretexto un camping , caminaron un largo trayecto; la ancianita muy orgullosa de sus preciados hijitos no puso reparos y a pesar del cansancio los siguió sin protestar.
Después de comer las sobras de unas tartas que ella había preparado, se quedó dormida a causa del cansancio, el ruido de unos arbustos la despertó, al verse sola llamó a Hansel pero como éste no contestó grito con fuerza el nombre de Gretel, un eco presidió su grito, de pronto, pensó ella, habían ido a dar una vuelta y se habían extraviado, así que decidió ir a buscarlos.
La ancianita creyó que sería buena idea guiarse por los grandes árboles de manzana que crecían cerca a su casa, pero ahora en mitad del bosque a todos los encontraba muy parecidos, continuo caminando por largo rato hasta concluir que se había perdido. 
Estaba tan cansada, y tan sola, que se sentó en una piedra que encontró en el camino, un ruido rompió el silencio y vio una escena que llamó su atención, primero una hermosa niña corría, detrás de ella una ancianita cargaba un cesto, pero a causa del apuro resbaló y las cosas que cargaba en él cayeron esparciéndose en el pasto, la leñadora trató de alcanzar a la ancianita para ayudarle, pero una estaba tan lejos de la otra que cuando llegó al lugar era demasiado tarde, en el suelo dos hermosas manzanas relucieron.
La leñadora recogió los frutos y pensando en sus hijos los guardó en los bolsillo de su vestido, ahora, después de haber descansado un poco decidió continuar su búsqueda, y sin dudar comenzó a caminar sin saber bien hacia donde, siete hombrecitos muy pequeños se cruzaron por su camino, uno de ellos se acercó y preguntó a la leñadora si había visto pasar a una joven, la leñadora sabía que se trataba de la  blanca mujercita que había visto minutos antes, así que indicó la dirección con el dedo.
Continuó caminando y a lo lejos, casi de noche, vio una lucecita que alumbraba en medio de la oscuridad, era su casa, estaba salvada. Abrió la puerta y para sorpresa suya, sus hijos se encontraban muy bien, ambos en la sala parecían estar muy felices, la casa olía al viejo vino que guardaba con recelo.
La sorpresa de Hansel y Gretel fue tal que no pudieron decir gran cosa, la leñadora,  abrazándolos de alegría les entregó a cada uno como regalo las manzanas que alguna vez habían pertenecido a tan apurada viejecita.





  
Karol Díaz
Integrante DEL CUENTO, SU VERSIÓN.




LA VENGANZA DE HANSEL Y GRETEL

Caía la noche en el bosque y las ramas de los árboles empezaban a convertirse en manos tenebrosas que se zarandeaban con el viento. Gretel estaba llorando.
-Se la pillaron –dijo Hansel manoteando- se pillaron las migas de pan que habíamos dejado en el camino y volvieron por ellas. Mis papás son unos hijueputas.
-¡Ya! –Gritó Gretel- No  diga esas cosas feas de mis papas.
-¿No ves que nos dejaron tirados en este bosque a merced de las bestias? No entiendo por qué los sigues defendiendo.
-Seguro se equivocaron como la vez pasada…
-No se equivocaron –replicó Hansel- como puedes ser tan ciega.
Gretel se echó a llorar junto a unos arbustos. Hansel se acercó y la acarició. Tenía mucha rabia con sus padres y sentía tener que desquitarse con su incrédula hermana. Lejano retumbó el aullido de un lobo y el canto de los pájaros salvajes se hizo más potente en medio de la noche.
-Tenemos que buscar dónde quedarnos –dijo Hansel mientras tomaba a su hermana entre sus brazos y la alzaba- a estas horas salen las fieras.
Caminaron largamente por una senda oscura bañada de tenues halos de luz. A lo lejos se veían sombras de ciervos, ranas, insectos. Y más lejos siluetas rapaces de extraños depredadores.
-Tengo miedo –dijo Gretel- Tengo mucho miedo, Hansel.
-No te preocupes, hermanita, no voy a dejar que nada te pase.
El ruido de un animal inmenso entre los árboles hizo temblar a Hansel. Unos ojos amarillos como farolas y una sarta de colmillos pelados emergieron de la oscuridad. Gretel lanzó un grito y la bestia desapareció a gran velocidad entre el follaje. Hansel empezó a correr con Gretel a caballito. Gretel se tapó los ojos. Corrieron hasta que una vereda llena de luciérnagas los sorprendió en la huida. Las luciérnagas formaban un camino, los dos hermanos lo siguieron hasta llegar a una casa.
Todo un castillo de dulces, con puertas de chocolate, barrotes de caramelo y paredes de algodón de azúcar. Gretel se bajó de la espalda de Hansel y salió corriendo a lamer las paredes.
-¡Gretel! –Gritó Hansel- ¡no lo hagas!
Trató de agarrarla pero le fue imposible. Quedó apacible pero atento a lo que sucediera. En el interior de la casa estaban las luces encendidas pero no parecía haber vida.
Un golpe seco lo sorprendió por la espalda, mientras caía trató de gritarle a su hermana pero los gritos no salieron de su boca. Lo último que vio fue a Gretel con la cara y el pelo lleno de algodón de azúcar y una sombra con una porra en la mano que se le acercaba.
Despertó, y lo primero que vio fueron unos barrotes. Afuera una anciana de piel cuarteada, ojos inyectados de sangre, con olor a excrementos y pelo de ceniza lo miraba. Gretel estaba a su lado vestida de sirvienta y con la mirada perdida. Tenía moretones en los brazos y los parpados hinchados.
-Tráele algo de comer a tu hermano –ordenó la anciana. Gretel salió rápidamente y minutos después trajo un trozo de pavo asado. La anciana lo recibió y caminó como si anduviera a tientas por una habitación oscura. Gretel trató de ayudarla pero la mujer se rehusó hasta encontrar la puerta de la celda.
-Estarás encerrado hasta que estés lo suficientemente gordo como para que pueda cocinarte.
Al oír eso Gretel se puso a llorar.
-Y tu cállate –dijo la mujer- vete a trabajar antes de que tenga que darte otra paliza. Salió de la habitación y Gretel continuó llorando en un rincón oscuro.
-Ven aquí, hermanita- dijo Hansel. Gretel se acercó sorbiéndose los mocos- no te preocupes, vamos a engañar a esta bruja cegatona y luego vamos a vengarnos de nuestros padres.
-No quiero, Hansel, no sabemos por qué nuestros padres hicieron lo que hicieron.
-Son malos y punto –dijo su hermano con la cara roja de furia- ¿acaso no ves en la que nos han metido?
-Si es así preferiría que no salieras de ahí.
-Lárgate.
Gretel salió llorando de la habitación.
Pasaron los meses y cada vez que la bruja entraba a revisar la muñeca de Hansel para ver lo gordo que estaba él le pasaba una rama de pino y la mujer se quejaba. “¿Por qué putas no engorda este malnacido?”, gritaba y pateaba los barrotes. Una tarde la bruja no soportó más la frustración y entró en la celda para darle una paliza a Hansel por su falta de gordura. Lo que la bruja ni siquiera intuía, ni un poquito, es que Hansel debido a tanta comida ya no era un niño. Era un gordo descomunal que la mandó contra el piso de una patada y le hundió la cara contra los barrotes a puños. Gretel entró a la celda gritando y salvó de la muerte a la bruja. Tomó a Hansel y lo abrazó llorando para que se tranquilizara. Agitado el gordo Hansel se sentó en su camarote y respiró hondo.
-Ya podemos volver y vengarnos de nuestros padres –dijo él resuelto.
-No quiero –dijo Gretel- podemos quedarnos aquí, echar a la bruja y quedarnos con esta casa.
-No, ellos tienen que pagar por habernos dejado abandonados en el bosque.
En ese momento la bruja empezó a gimotear boca abajo y con la cara cubierta por su pelo cenizo. Lloró desconsoladamente ante la mirada de los dos hermanos.
-¿Cómo se llama tu padre? –preguntó la bruja.
-Cállese –respondió Hansel- cállese antes de que la acabe de patear.
-Franz –respondió Gretel- nuestro padre se llama Franz.
La bruja rió entre lágrimas.
-Ese malnacido de su padre –dijo- me dejó aquí cuando estaba demasiado vieja para trabajar.
-¿Sí? –Preguntó Hansel cínicamente- Si eso es así ¿cómo consiguió esta casa?
-La anciana que vivía antes acá me acogió y me enseñó todo lo que sabía, estaba tan llena de odio que me volví bruja y siempre he querido vengarme de Franz y su esposa por abandonarme.
Al oír esto los ojos de Hansel brillaron como cuchillos. Con algo de desconfianza y algo de resolución se acercó a la vieja que parecía un trapeador tirado en el piso. La sentó y la hizo recostar contra los barrotes.
-¿Entonces qué vamos a hacer… abuela? –le dijo.
-Vamos por ellos –dijo la anciana- pelando una dentadura desportillada.
-¡Noooo! –Dijo Gretel- quedémonos aquí, con la abuela, no tendremos que regresar a ninguna parte.
-No, Gretel –dijo Hansel- lo único que deseo es sacarle los ojos a mi padre.
Los ojos de Gretel se llenaron de lágrimas. Hansel y la anciana salieron de la celda y él la acompañó hasta una ramada donde la mujer guardaba herramientas de arado. Sacaron un machete para cada uno. Gretel estaba sentada en las escaleras de la entrada de la casa, no paraba de llorar. Cuando la abuela y su hermano salieron ella les rogó que no lo hicieran.
-¡Vamos! –Respondió Hansel- ¿o es que quieres quedarte aquí?
Gretel miró al bosque y los árboles y las ramas parecían hacerse más grandes y crecer orgánicamente. Un miedo insoportable creció dentro de ella al imaginarse devorada por las fieras y por la noche. Pero ni aun así decidió acompañar a su hermano y a la abuela.
-Entonces te quedas adentro y no sales hasta que volvamos –dijo Hansel. Gretel entró en la casa y echó el pestillo. A través de la ventana los vio irse por el mismo sendero por el que llegaron y lamentó no haber muerto en el bosque la primera noche que los dejaron solos.
Hansel y la bruja caminaron un largo trecho antes de encontrar lugares conocidos que los pudieran orientar hacia la casa que les era familiar. Llegaron a la puerta y machete en mano la bruja le dijo a Hansel que tocara.
-La sorpresa que se van a llevar –dijo la bruja con una voz demoníaca.
Hansel tocó varias veces hasta que la cara estupefacta de su padre con una pipa en la boca asomó delante de la puerta que se abría. Antes de mediar palabra Hansel sintió en su cuello gordo el machetazo traicionero de la bruja. Y antes de entrar en la oscuridad eterna de la muerte la vio entrar y matar a su padre y oír los gritos desesperados de su madre. Y sintió ganas de estar con su hermana y la imaginó esperándolos asustada en la casa de dulce y tuvo ganas de defenderla. Pero eso ya no pasaría.




Alex Giraldo
Comunicación social
Participante DEL CUENTO, SU VERSIÓN.






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