AMORES DE CUARENTENA
Como dice Enrique Jardiel Poncela: el amor
es como una goma elástica que dos seres mantienen tirantes, sujetándola con los
dientes; un día, uno se cansa, suelta, y la goma le da al otro en las narices.
En tiempos de pandemia, algunos de esos seres están tan cerca, que la fresa del
chicle puede antojarse hostigante y lo que más se quisiera hacer: salir con
amigos, tomar una cerveza o sentarse en un parque a ver la tarde, no puede
hacerse. En el caso de que las dos bocas estén lejos, la goma puede estar tan
estirada que peligre en romperse y estampillar la cara de ambos. Ahí no hay
sexting, charla de zoom o emoticón que valga. Ni hablar de los que están
mascando la goma solos, sea porque están entusados o porque están desesperados
por que se acabe la cuarentena y volver a usar Tinder. Bueno y los que casi no se notan, pero de que los hay los
hay: los que están felices con la soledad.
En este artículo me permitiré ser un poco la Flavia Dos Santos que llevo dentro para que veamos cómo se han transformado las dinámicas sexo-afectivas de los juntados, los separados y los solteros en tiempo de cuarentena.
El Covid 19 se vino como una ola que no avisa, pero
que igual se lleva todo a su paso. Todos nos encontramos en una situación
extraña, pues los papeles que representábamos a diario han cambiado y el yo
trabajador, sociable -es decir el yo público- está restringido. La coyuntura
nos obligó a ponernos las chanclas y mirar para arriba, teletrabajar y lavar
platos hasta el fin de los tiempos. Pero no solo eso, a causa de parar lo
urgente hemos tenido tiempo de pensar en lo importante: qué ha sido de nuestras
vidas, qué es lo que queremos en realidad, por qué terminó esa relación de hace
tres años y por qué fuimos tan mierdas con cierta persona; eso sin contar con
los desafíos del ahora: sostener la pareja, el desamor o la relación a
distancia, seguir mascando el consabido chicle del amor que a veces es fresa
intensa y a veces menta podrida. Hay caos afuera, pero el de adentro no es poca
cosa, un caos que llegó silencioso y para el cual no nos preparó nadie.
La fragilidad que sentimos frente a la coyuntura se
trasladó también a lo privado. En el artículo E aseguran que, debido a lo inesperado de la
pandemia, las parejas que no viven juntas están experimentando un duelo no
anticipado que se parece al duelo por separación y que, si bien la parte física
es importante, lo es también la parte intelectual que se relaciona con la cercanía,
la confianza y el conocimiento, y eso se logra con tiempo. Algunos de los que
habían empezado a salir todavía no tienen unas bases sólidas para sostener ese
vínculo y entre dejar en azul y no mandar más fotos, la cosa se va disolviendo,
muy al estilo del amor líquido de Bauman.
Los juntados están viviendo en casa 24/7 con pequeños
respiritos -la ida al súper-; ya no hay escape para amigos, cervezas o coqueteo
por fuera. No hay momento de ser ese otro yo, solamente el yo cotidiano de
todos los días en la caverna. Y ni hablar de los que son papás: aparte del
teletrabajo aparecen las clases online, con sus respectivas tareas.
Las parejas juntas pero separadas están en
verano sexual y por más sexting y onanismo, no hay como el contacto físico,
oler, saborear, tomarse el tiempo en desmenuzar al otro, como bien decía
Cerati.
Los solteros no tienen escenarios para
salir a pasear las carnes y obtener encuentros pasajeros. A pesar de que en el artículo D aseguran que en Italia,
España, Alemania y Reino Unido estas aplicaciones de citas subieron más del 30%
en descargas e interacciones creo que las charlas de Tinder pueden antojarse insípidas ya que no hay vía libre para
encontrarse personalmente, como gastar pólvora en gallinazos. Sin embargo, no
todos somos tan letrados en el tema del erotismo por la pantalla, nos cuesta mucho
a pesar de la amplia oferta de ciber-gurús y nos vemos en un callejón sin
salida porque, es esto, o nada.
Pero no todo es malo, los que viven juntos
están buscando nuevas estrategias para sobrellevar la convivencia, hacen
recetas nuevas y tienen tiempo para arreglar la casa, temas pendientes, o
revivir el erotismo.
Los que están lejos se extrañan, lo cual
refresca la relación y recurren a diferentes estrategias: escriben cartas, ven películas
juntos por zoom, se mandan nudes, audios calientes, en fin, crean nuevas formas
de dibujarse y que el fuego se mantenga prendido. Otros, en este tiempo, han
empezado un contacto parecido a la dinámica de pareja con amigos vía WhatsApp,
se han vuelto tan cercanos que hasta la conversa se les ha subido de tono y la
cosa se ha puesto calentona, no saben qué harán después de cuarentena, pero por
ahora lo están disfrutando.
Los que están tramitando un duelo tienen
tiempo de escuchar charlas sanadoras en YouTube, hacer terapia online y hablar
con amigos -ahora con tiempo- vía WhatsApp. También hay tiempo de cultivarse y
plantar su propio jardín y decorar su propia alma, sin esperar a que nadie les
traiga flores, como dice aquél poema atribuido a Borges, todo mientras cogen
impulso para volver a enamorarse o intentar algo, eso que ahora parece estar
tan lejos.
Lo mismo los solteros, que tienen tiempo para
dedicarse a sí mismos, pues hay buena oferta de meditación, yoga, tarot,
literatura y artes en general -que quién lo diría, las profesiones más
ninguneadas, ahora sostienen la salud mental de muchos-.
Otros, están felices con la soledad y si bien disfrutan
de las video llamadas con amigos y familia, están dedicando tiempo a sus
proyectos personales, cada vez reafirman más que estar solos es una buena
opción.
Pero no faltan los que, a causa del desocupe llaman a conquistar, así, a la antigua, como cuando se hacían bromas por teléfono, a ver qué se pescan. Nos han empezado a hablar los ex-novios de la nada, algunos para continuar un coqueteo caduco y otros para poner temas del pasado y pedir explicaciones a destiempo. Los DM de Instagram están que arden y me atrevería a decir que las selfies han aumentado, pues quien, con bastantes ganas no quiere ponerse en la vitrina, en oferta y libre de Covid. Sin mencionar la bipolaridad sexual: fluctuar entre estar más caliente que el infierno y luego sentirse súper asexuado. Un artículo C dice que en los sexshop de Medellín hubo aumentos de un 140% en ventas desde el decreto de cuarentena. Todo en este tiempo es bastante extraño y mientras el miedo y la higiene nos deshumanizan, el ardor de las pasiones vuelve para recordarnos lo humanos y sexuales que somos, ¡Que Tinder nos coja acicalados!
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