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Yellow is the color

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Yellow is the color . Los lunares son gotitas de agua que el sol pega a la piel. Los vestidos de baño se están secando. Nuestros dedos de los pies se mueven, las uñas tienen muchos colores. Estamos mirando esa línea recta que es el mar. ¿De esto se trata la felicidad?. ¿Habrá orcas en el cielo? Siento que todo mi cuerpo está vivo, es decir, se sabe, pero ahora lo siento, siento todo el sistema trabajando. Es lindo. Quisiera besar a alguien que me gustara mucho. Quisiera escuchar Chuck Berry y comer fresas con lechera. Muchos de los bañistas se han ido. Tengo arena en el culo pero no me importa. Hemos dejado atrás la prisa. La pandemia se fue pero le tomamos el ritmo. Qué lindo un mundo sin policía. ¿Si los hippies hubiesen ganado estaría la imaginación al poder?. Hay dunas en el cielo, ¿será el reflejo del desierto?. ¿Como es arriba es abajo?. ¿Será que en otros mundos están en tropel?. Cada día trae su música. Todo es amarillo. P. se ríe y sus lunares saltan de un lado a otro. Me gust...

AMORES DE CUARENTENA

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Como dice Enrique Jardiel Poncela: el amor es como una goma elástica que dos seres mantienen tirantes, sujetándola con los dientes; un día, uno se cansa, suelta, y la goma le da al otro en las narices. En tiempos de pandemia, algunos de esos seres están tan cerca, que la fresa del chicle puede antojarse hostigante y lo que más se quisiera hacer: salir con amigos, tomar una cerveza o sentarse en un parque a ver la tarde, no puede hacerse. En el caso de que las dos bocas estén lejos, la goma puede estar tan estirada que peligre en romperse y estampillar la cara de ambos. Ahí no hay sexting, charla de zoom o emoticón que valga. Ni hablar de los que están mascando la goma solos, sea porque están entusados o porque están desesperados por que se acabe la cuarentena y volver a usar Tinder . Bueno y los que casi no se notan, pero de que los hay los hay: los que están felices con la soledad. En este artículo me permitiré ser un poco la Flavia Dos Santos que llevo dentro para que ...

Birds

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Ha empezado diciembre. No me entusiasma. También llueve, aunque esta vez no es por dentro. Se ha colado en mis días un colibrí que me arrastra a sus recorridos. El pájaro azul que hay en mi corazón ha salido revoloteando sin permiso. Decidí dejar la jaula vacía, solitaria. Aún tengo los barrotes marcados, pero la piel siempre sana. El pájaro azul y el colibrí salen muy temprano y llegando la noche hacen dulces festines. Hay hedonismo sí, pero también profundidad. El colibrí es aire, el pájaro azul es fuego, sin embargo, a veces el aire se enciende y el fuego es un poco aire, pero nunca se apaga. Se sabe que se escribe mejor siendo desgraciado. Esta vez, lo siento, estoy del otro lado.

Sara abortista

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Sara parecía recién salida de un aguacero. Papá no tenía razón, el sillón era de todos, pero aun así no había dudado en sacar la correa y pegarle. El llanto no era de dolor, era pura rabia y nadie le sobaba las nalgas, nadie venía a acariciarle la frente. Cuando el llanto fue menguando, se chupó el dedo y metió una almohada entre las piernas, las movía para sacudirse la rabia. Después de unas patadas a la nada, sintió que un cosquilleo extraño se posó en la mitad de sus piernas, siguió moviéndose y empezó a sentir algo caliente, como si un pedazo de sol anidara ahí, se frotó más y más, miró a todos lados pero nadie venía. «Entonces es así como se hacen los bebés» pensó, y siguió haciéndolo agitada. Sintió que el calor le pasó hasta los pies y luego la dejó un poco sorda. Se tendió en la cama, una especie de playa muy lejos de sus papás. Al otro día se levantó preocupada. Había quedado embarazada, cómo iba a justificar lo de la barriga. Dejó de comer tanto y cada noche se miraba la...

Carta a la niña que fui

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Diciembre 1 de 2017 Dianita: Acabo de verte con Liliana, la hija de Doña Leo, echándote desodorante. Le dijiste que tu mamá, es decir la mía, te había dado permiso y claro, es mentira. Pero bueno, esas oportunidades de tener con quién jugar no se pueden desaprovechar; lo que pasa es que después, puede que te dé más rápido mal olor que a tus compañeras. Pero ahora qué importa, ahora solo existe Liliana y jugar a pintarse como Fanny, ponerse sus carteras, sus tacones y esculcar en todos los cajones que se pueda. Cuando digo que te entiendo es verdad, porque sé que pasas los días tratando de que Fanny, Guillermo o tus hermanos jueguen con vos; y pues Fanny siempre está ocupada haciendo esas cosas aburridas que requieren tanto esfuerzo. Guillermo siempre lee el periódico o debe irse. Con los otros dos solo podés jugar a darte patadas o a pellizcarte y hay días que no querés eso. Sé que has aprendido a divertirte sola y jugás al hotel en el cuarto de ellos, vi que hiciste una espe...

Está la tarde

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Qué más querés Isa? Ahí hay jugo, pistachos, está la tarde y está el trabajo de grado esperando. Te encantaría dedicarte de lleno a otras cosas, lo sé. Pero vamos, quiero verte tecleando, estate tranquila, ya habrá tiempo para el amor, para las plantas y para cocinar.  Habrá tiempo de crecer, de viajar y de ayudar. Da todo. Toda tu voluntad creadora, todo tu amor, toda tu rebeldía. No pierdas tiempo, A. está ocupado en su mambo. Déjate caer, traga agua y vuelve ahora, te necesito con los ojos grandes, con las piernas llenas de sangre, con el corazón hirviendo. Vuelve Isa, que la oscuridad no te lleve a su guarida pestilente. Que la guerra no aplaque tu corazón, que la oscuridad no te encuentre y si lo hace, logre tu luz aislarte de ahí. Isa, planta tu propio jardín, decora tu propia alma, sin esperar a que nadie te traiga flores. Isa, ahí hay pistachos, hay jugo, está la tarde. Isabel Caicedo.

LOS BROWNIES

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Necesitaba dinero, estaba en la universidad y vendía dulces pero aún así no me alcanzaba, entonces hablé con Leo, que era mi novio y quedamos en hacer brownies con Marihuana. La tienda amarilla, como yo le decía, era conocida por todos en mi casa y mis amigos en la u me compraban sobre todo los viernes cuando había audición: se trataba de una cajita imusa aplanada donde ponía los dulces, una tienda ambulante. El jueves Leo me llevó a su casa y cocinamos los brownies para vender porque en su casa no había líos de nada. Ese día mientras cocinamos hablamos en el patio, tocamos la tambora, nos besamos y fumamos pechesitos, cuidando siempre de nuestras pequeñas creaciones culinarias. El viernes transcurrió normal en la universidad, yo vendí mis brownies y estaba contenta porque al fin me sacaba un poco más, ese día decidí ir a casa, dejar las cosas e irme con Leo a una fiesta. Llegué, me cambié de blusa y puse la tienda y los dos brownies, los más grandes que habían sobrado, en ...